Un cuento con el que algunos tal vez se identifiquen:
Fabiola tiene cuatro años recién cumplidos, puede contar con aparente facilidad casi todos los números en español, en inglés cuenta hasta el 15, le gusta el helado, le gustan las fresas, adora los caballos y también los baños, su mamá le prepara uno todas las tardes luego de cada almuerzo y una bien merecida siesta después de juegos; a ella no le gusta mezclar comidas, si come arroz come arroz, si come carne come carne, pero nunca mezcla ambas en un mismo bocado, aunque está trabajando en eso; a Fabiola le gustan las cosas mas bellas y simples de la vida, ella sabe apreciar como es ver el sol entrar y salir a través de la ventana, también sabe apreciar los ladridos de los perros y los nítidos colores de una flor, de todo hace una aventura; Fabi ama la lluvia, porque tiene una excusa real para abrir una sombrilla y usar el impermeable que fue de su única hermana cuando era chica (impermeable que por cierto detestaba y nunca utilizó), aunque no es necesario que llueva para que ella lo utilice, pues así sea la tarde mas soleada del año y si así ella lo desea, se coloca su impermeable rosa de “micky” (aunque el este tenga un dibujo de Minie) para estar en casa y esa será una tarde de garantizada felicidad.
Una de las primeras cosas que aprendió fueron las vocales, ahora está conquistando el abecedario y aprendiendo a leer; ella va a la escuela como cualquier otro niño, unos días le va muy bien otros días solo bien y así pasan sus días, paso a paso mientras camina a la puerta de la escuelita entre colores y risas, la única diferencia notable es al acercase la profesora, inmediatamente suelta la mano de quien la acompaña, “chao” pronuncia o mas bien balbucea y allí se enrumba con felicidad, si, definitivamente ama la escuela, sus compañeritos a menudo lloran porque quieren regresar con sus familias.
A Fabiola le encantan los animales, sabe identificarlos y trata de imitar además cada sonido “la vaca, mu”, y entre risas y uno que otro grito pasa al gallo, a la oveja y al caballo. Ama el “parque muñeca” es el parque zoológico de los chorros de milla, en el que hay una escultura “grandota” de una india de la región.
A Fabiola no le gusta que le pidan que recoja la ropa del suelo cuando se la quita afanada y feliz porque está a punto de tomar un baño, es allí cuando grita de nuevo, no son gritos largos, son solo sonidos para expresar el descontento que siente por no querer esperar ni un segundo mas para entrar a la ducha.
En una tarde repetir palabras se vuelve fácilmente un nuevo pasatiempo, cosa que a veces preocupa un poco, pues si observa algo que le gusta, repetirá el nombre del objeto una y otra vez sin descanso hasta que alguien a su al rededor le de aprobación.
Conoce el horario en el que pasan “Little bill” en el 105, entonces si la escuchas diciendo “pequeno pil” es que quiere ver su programa preferido, también es fan y seguidora de Pocoyo.
Por cierto Fabiola es un personaje muy real, yo soy su hermana, ella ama los gatos, las mariposas y el color morado como más nadie que yo conozca en los 40 años que aún no tengo de vida, es una niña con autismo y como si fuese poco me está enseñando el significado real de la perseverancia, del querer, del amor, me enseña que no se necesitan siempre palabras y que en muchos casos el lenguaje hablado no es una barrera pues un acto dice mas que mil palabras, ella me enseña lo que significa un ser humano real.
Yo a Fabiola no le regalo juguetes, ese trabajo se lo dejo a mis papás, a fabi le regalo una tarde en mi cuarto, mientras se esconde entre mis almohadas y husmea en mis papeles como si entendiese de la anatomía del cuerpo humano o los textos de Embriología, sé que eso le encanta.
¡Le regalo también estas palabras, sé que le encantarían y deseo pronto pueda entenderlas!
"mi hermanito de la luna": http://www.youtube.com/watch?v=0HRD310kVOY
